Seguidores

domingo, 8 de mayo de 2016

Restos que destruyen.

Parece que solo escribo cuando tengo un nudo en el estómago, mi única forma de desahogo, no espero que alguien me lea, ya que no he sido constante en esto, pero a veces los gritos envasados al vacío necesitan explotar de una vez por todas.

El sentimiento de culpa se apodera de mí, el no valorar lo que tuve hasta que la perdí.
Angustia, culpa y la esperanza al ras del suelo.
¿La esperanza es lo último que se pierde? Estoy en las últimas.

Empecemos por el principio:

Hace dos años conocí a alguien, alguien que cambió mi vida, y que la sigue cambiando a cada hora, minuto y segundo con tan solo sonreír; tan diferente a mí, pero consigue con solo un mensaje hacerme sonreír, sentirme única y querida.
Pero esta historia terminó hace un tiempo, ya que pensaba que iba a estar siempre conmigo, hasta que la perdí; una vez dado todo por perdido empieza el drama húmedo.
Noches en vela sin nada que decir, solamente pensando el "por qué", las ganas de verla aumentaban, pero el miedo a derrumbarse era cada día más real, hasta que me derrumbé como un edificio en ruinas en medio de un terremoto; la había perdido por completo, aún así grite esperanza con todas mis fuerzas cogí el coche, recorrí casi 300 km por primera vez únicamente para verla.
Al llegar todos los recuerdos invadieron mi mente, lo bien que era estar con ella, las risas, esas cosquillas interminables, esas mariposas al estar cerca de sus labios. Me decía a mi misma, Ana, no lo hagas, Ana, no;  hasta que la besé y todas esas mariposas echaron a volar tan rápido que era como besarla por primera vez, parecía que el tiempo nunca hubiese pasado, quitándonos los pijamas pegados a la piel, pasamos de ser dos, a ser una.

Mentiría si dijese que no la quiero, mentiría si dijese que no quiero estar toda la vida con ella, al igual que mentiría si dijese que ella no es el amor de mi vida.

A veces hay que arriesgar, tal vez ganes más de lo que esperabas.